Calculadora de Ajuste de Dosis por Farmacocinética
Esta herramienta te ayuda a entender cómo factores como la edad, función renal y hepática, y medicamentos concurrentes pueden afectar cómo tu cuerpo procesa los fármacos. La información proporcionada es orientativa y no reemplaza el asesoramiento médico profesional.
Resultados de su cálculo
- Edad avanzada: reducción en la función renal del 30%
- GFR bajo (60 mL/min): mayor riesgo de acumulación
- Interacción con claritromicina: inhibición de metabolismo
¿Alguna vez te has preguntado por qué un medicamento que funciona perfectamente para tu vecino te deja mareado o con náuseas? No es casualidad. Todo depende de cómo tu cuerpo lo procesa. Ese proceso se llama farmacocinética, y es la clave para entender no solo por qué los medicamentos funcionan, sino también por qué a veces te hacen daño.
Qué es la farmacocinética y por qué importa
La farmacocinética es lo que tu cuerpo hace con el medicamento, no lo que el medicamento hace contigo. Eso lo diferencia de la farmacodinámica, que estudia los efectos del fármaco en el organismo. La farmacocinética se resume en cuatro pasos: absorción, distribución, metabolismo y excreción -o ADME, por sus siglas en inglés-. Este modelo, desarrollado en los años 70, hoy es la base de todos los estudios de nuevos medicamentos.
Cuando tomas una pastilla, no es como si se disolviera mágicamente en tu sangre. Primero, debe ser absorbida. Si la tomas por vía oral, pasa por el estómago y el intestino. Aquí, factores como el pH gástrico (ideal entre 1.5 y 3.5 para ácidos débiles), el tiempo de tránsito intestinal (de 2 a 6 horas), y hasta la actividad de transportadores como la P-glicoproteína pueden reducir la cantidad de fármaco que entra en tu sangre hasta en un 70%. Por eso, algunos medicamentos no funcionan si se toman con comida o con ciertos jugos, como el de pomelo.
La absorción: ¿Cuánto llega realmente a tu sangre?
La bioavailability es el término técnico que mide qué porcentaje del medicamento llega intacto a la circulación general. Para una inyección intravenosa, es del 100%: todo lo que se pone en la vena, entra en la sangre. Pero en pastillas, rara vez supera el 60%. La razón principal es el primer paso hepático: cuando el medicamento es absorbido por el intestino, va directamente al hígado, donde muchas enzimas lo destruyen antes de que llegue al resto del cuerpo.
Por ejemplo, la codeína necesita ser activada por una enzima llamada CYP2D6. Pero entre el 3% y el 10% de las personas de ascendencia caucásica tienen una variante genética que hace que esta enzima funcione muy poco. Para ellos, la codeína no alivia el dolor: simplemente pasa sin hacer nada. En cambio, otras personas metabolizan la codeína tan rápido que se convierte en morfina en exceso, lo que puede causar sobredosis incluso con dosis normales.
Distribución: ¿Dónde va el medicamento?
Una vez en la sangre, el medicamento se distribuye por todo el cuerpo. Pero no todos los tejidos reciben la misma cantidad. Algunos fármacos se quedan en la sangre, otros se meten en los músculos, el hígado o incluso el cerebro. Para medir esto, se usa el volumen de distribución (Vd). Si es bajo (0.1-0.3 L/kg), el medicamento se queda en la sangre. Si es alto (más de 1.0 L/kg), se esparce por los tejidos, lo que puede explicar efectos secundarios en órganos que no son el objetivo principal.
La unión a proteínas también importa. El 98% de la warfarina (un anticoagulante) se pega a la albúmina. Solo el 2% está libre para hacer efecto. Si tienes poca albúmina por enfermedad hepática o mala nutrición, ese 2% puede aumentar, y con él, el riesgo de sangrado. Por eso, los médicos ajustan la dosis según tu estado nutricional y hepático, no solo según tu peso.
Metabolismo: El hígado, tu fábrica de desintoxicación
El hígado es el principal encargado de transformar los medicamentos para que puedan ser eliminados. Lo hace con enzimas del sistema CYP450. La más importante es la CYP3A4: metaboliza la mitad de todos los medicamentos que usamos. Pero esta enzima no es igual en todos. Puede estar inhibida por otros fármacos, como la claritromicina, o potenciada por hierbas como la hierba de San Juan.
Un ejemplo claro: si tomas simvastatina (para el colesterol) y claritromicina (un antibiótico) juntas, la claritromicina bloquea la CYP3A4. La simvastatina se acumula hasta 10 veces más en tu sangre. El riesgo de daño muscular (rabdomiólisis) pasa del 0.04% al 0.5%. Es un salto pequeño en porcentaje, pero enorme en riesgo real. Por eso, muchos médicos evitan combinarlos.
Las variaciones genéticas también juegan un papel clave. El 3-5% de los europeos son metabolizadores lentos de CYP2C9, lo que hace que la warfarina se acumule y aumente el riesgo de hemorragias. Por eso, hoy se recomienda hacer pruebas genéticas antes de empezar con este medicamento.
Excreción: ¿Cómo sale el medicamento de tu cuerpo?
La mayoría de los fármacos (alrededor del 80%) salen por los riñones. Por eso, la función renal es crucial. La tasa de filtración glomerular (GFR) mide cuán bien funcionan tus riñones. En adultos sanos, es entre 90 y 120 mL/min/1.73m². Pero en personas mayores o con enfermedad renal crónica, puede caer por debajo de 15. Si no ajustas la dosis, el medicamento se acumula y causa toxicidad.
Un caso común: la vancomicina, un antibiótico potente. Si no se reduce la dosis en pacientes con insuficiencia renal, puede dañar los riñones aún más. En un caso documentado en Reddit, un paciente de 78 años con GFR de 25 mL/min desarrolló insuficiencia renal aguda porque se le dio la dosis estándar, sin ajustar por su función renal. El resultado: su creatinina subió de 1.2 a 3.4 mg/dL en pocos días.
La conexión directa entre farmacocinética y efectos secundarios
Los efectos secundarios no son un accidente. Son el resultado de concentraciones de medicamento que se salen del rango seguro. La fenitoína, un antiepiléptico, tiene un rango terapéutico estrecho: entre 10 y 20 mcg/mL. Por encima de 20, el 30% de los pacientes desarrolla toxicidad: mareos, nistagmo, confusión. Por debajo de 10, las convulsiones vuelven. Pero si tu metabolismo es lento, o tus riñones no funcionan bien, esa concentración puede subir sin que tú lo notes.
Los metabolitos activos también son culpables. El diazepam (Valium) se convierte en desmetildiazepam, que tiene una vida media de hasta 100 horas. En personas mayores, ese metabolito se acumula y causa somnolencia prolongada, caídas, fracturas. Por eso, muchos médicos ya no lo recetan a adultos mayores.
La edad es uno de los mayores factores de riesgo. A partir de los 65 años, el hígado pierde hasta un 50% de su capacidad metabólica y los riñones reducen la filtración en un 30-40%. Esto significa que los medicamentos permanecen más tiempo en tu cuerpo. Por eso, los adultos mayores tienen tres veces más probabilidades de sufrir reacciones adversas. Y muchas veces, nadie revisa si la dosis es adecuada.
Lo que los profesionales hacen para evitarlo
Los farmacéuticos clínicos usan monitoreo terapéutico de fármacos (TDM) para medir las concentraciones en sangre. Pero no basta con tomar la muestra. Debe hacerse justo antes de la siguiente dosis -dentro de los 30 minutos-. Estudios muestran que el 22% de los hospitales lo hacen mal. Y si la muestra está mal tomada, la dosis se ajusta mal.
Además, hay calculadoras como la de Cockcroft-Gault para estimar la función renal, pero si tu peso o edad están mal registrados en el historial clínico (y eso pasa en el 15-20% de los casos), el cálculo es erróneo. Los farmacéuticos pasan entre 2.5 y 4.7 horas por semana por paciente complejo ajustando dosis, revisando interacciones y educando a los médicos.
El futuro: Medicina personalizada y la IA
La farmacocinética ya no es solo para expertos. Hoy existen plataformas de inteligencia artificial como DoseMeRx, aprobada por la FDA en 2021, que analizan tu edad, peso, función renal, genética y medicamentos que tomas para sugerir la dosis perfecta. Reduce los errores de dosificación en un 62%.
La Agencia Europea de Medicamentos lanzó PK4All en 2023 para crear bases de datos de farmacocinética en enfermedades raras, donde los datos son escasos. Y los NIH invirtieron $185 millones en 2023 para incluir más mujeres, personas mayores y minorías étnicas en los estudios, porque hasta ahora el 85% de los participantes eran hombres caucásicos jóvenes. Eso significa que las recomendaciones no reflejan la realidad de la mayoría de los pacientes.
La próxima gran frontera es el microbioma intestinal. Científicos descubrieron que las bacterias del intestino metabolizan entre el 15% y el 20% de los medicamentos orales. Una persona con una flora intestinal diferente puede procesar un fármaco de forma totalmente distinta. Esto explica por qué dos personas con los mismos antecedentes responden de manera tan distinta.
¿Qué puedes hacer tú?
No necesitas ser un experto para protegerte. Aquí hay tres pasos simples:
- Si tomas más de tres medicamentos, pregunta si alguno puede interactuar con otro. No asumas que tu médico lo sabe todo.
- Si eres mayor de 65 o tienes problemas renales o hepáticos, pide que revisen tu dosis. No aceptes la dosis estándar.
- Si notas un efecto extraño (mareos, fatiga, sangrado, confusión) poco después de empezar un nuevo medicamento, anótalo y habla con tu farmacéutico. No lo ignores.
La farmacocinética no es un tema de laboratorio. Es la razón por la que un medicamento puede salvarte o hacerte daño. Entenderla no te convierte en un experto, pero sí en un paciente más informado. Y eso, hoy, es la mejor protección que tienes.
¿Qué es la farmacocinética y cómo afecta a los efectos secundarios?
La farmacocinética es el estudio de cómo tu cuerpo absorbe, distribuye, metaboliza y elimina un medicamento. Si cualquiera de estos pasos funciona de forma diferente en ti -por edad, genética, enfermedad o interacciones-, la concentración del fármaco en tu sangre puede subir demasiado o bajar demasiado. Eso es lo que causa efectos secundarios: demasiado medicamento en el lugar equivocado, o demasiado poco donde se necesita.
¿Por qué algunos medicamentos me hacen más efecto que a otras personas?
Porque cada persona procesa los fármacos de forma distinta. Tu genética determina qué enzimas tienes y cuán rápido trabajan. Tu edad, tu peso, tu función renal y hepática, y hasta tu dieta y otros medicamentos que tomas, modifican cómo se comporta el fármaco en tu cuerpo. Por eso, lo que funciona para tu amigo puede no funcionar para ti, o incluso ser peligroso.
¿Es normal que los medicamentos tengan efectos secundarios?
Sí, es normal que algunos tengan efectos secundarios, pero no es normal que sean graves o evitables. Muchos efectos secundarios graves -como sangrados, daño renal o intoxicación- se deben a errores en la dosificación, no al medicamento en sí. Con una evaluación farmacocinética adecuada, muchos de ellos podrían evitarse.
¿Qué medicamentos son más peligrosos por su farmacocinética?
Los que tienen un rango terapéutico estrecho: warfarina, fenitoína, litio, digoxina, vancomicina y algunos antidepresivos. Estos medicamentos tienen una pequeña diferencia entre la dosis que cura y la que intoxica. Por eso, requieren monitoreo constante. También los que dependen de enzimas genéticamente variables, como la codeína o el clopidogrel.
¿Debo hacerme pruebas genéticas antes de tomar medicamentos?
No siempre, pero sí en casos específicos. Hoy se recomienda pruebas para abacavir (para evitar reacciones alérgicas graves), clopidogrel (para evitar coágulos en stents) y algunos antidepresivos. Si tu médico te receta uno de estos medicamentos y no te ha hablado de pruebas genéticas, pregúntalo. Es parte del estándar de cuidado en muchos países.
¿Cómo sé si mi dosis está bien ajustada?
Si tomas un medicamento de rango estrecho y no tienes efectos secundarios, y el tratamiento funciona, es probable que esté bien. Pero si sientes mareos, fatiga, náuseas, confusión o sangrado inusual, no lo ignores. Pide una revisión de dosis. En algunos casos, se hace un análisis de sangre para medir la concentración del fármaco. Eso es lo más preciso.