Si tratas de tragar y sientes que la comida se queda atascada, o si has pasado años tratando la acidez con medicamentos que nunca te ayudaron realmente, podrías estar sufriendo un trastorno de la motilidad esofágica. Estas condiciones no son raras, pero sí mal entendidas. A diferencia de la reflujo, que es un problema de ácido, estos trastornos afectan la capacidad del esófago para mover la comida hacia el estómago. La disfagia -dificultad para tragar- es la señal más clara, pero no es la única. Muchos pacientes experimentan dolor en el pecho, regurgitación de comida sin digerir, o incluso pérdida de peso sin razón aparente.
¿Qué es realmente un trastorno de la motilidad esofágica?
El esófago no es solo un tubo pasivo. Es un músculo que se contrae en una secuencia precisa, como una ola, para empujar la comida hacia abajo. Cuando esta onda se desorganiza, se debilita o no se relaja correctamente, la comida se queda atrapada. Esto no es una cuestión de “tragar mal”. Es un fallo eléctrico y muscular dentro del propio esófago.
Los trastornos se dividen en dos grandes grupos: primarios y secundarios. Los primarios son problemas del esófago en sí mismo. El más conocido es la achalasia, donde el esfínter inferior del esófago (LES) no se abre como debe, y las contracciones del cuerpo del esófago se detienen. La achalasia se subdivide en tres tipos: Tipo I (sin contracciones), Tipo II (presión en todo el esófago), y Tipo III (contracciones espasmódicas). El Tipo II es el más común, representando el 70% de los casos.
Los secundarios vienen de otras enfermedades. Por ejemplo, el 80% de las personas con esclerodermia desarrollan daño en el esófago con el tiempo. La fibrosis y la atrofia muscular hacen que el esófago pierda su capacidad de moverse. Otros trastornos primarios incluyen el esófago de nutrición (contracciones muy fuertes, más de 180 mmHg), el esófago martillo (contracciones extremadamente potentes, con un índice de contracción distal superior a 5000 mmHg·s·cm), y el esófago espástico difuso (contracciones caóticas que no avanzan en orden).
La manometría de alta resolución: el escáner del esófago
Antes, los médicos usaban tragar bario y verlo en una radiografía. Era como intentar entender un reloj mirando solo la esfera. Hoy, la manometría de alta resolución (HRM) es el estándar. Usa un tubo delgado con 36 sensores espaciados cada centímetro. Mide la presión en cada punto del esófago mientras tragues agua. Esto crea un mapa en color que muestra exactamente dónde falla la motilidad.
Este método revolucionó el diagnóstico. Antes, dos médicos podían leer el mismo estudio y dar diagnósticos distintos. Ahora, con el Chicago Classification v4.0 (publicado en 2023), hay criterios claros. Por ejemplo, para diagnosticar achalasia, se busca: presión elevada del LES, ausencia de peristalsis, y un índice de contracción distal menor a 500 mmHg·s·cm. Estos valores no son aproximaciones. Son mediciones exactas, validadas en más de 10,000 pacientes en estudios internacionales.
La manometría también incluye pruebas específicas. Una de ellas es la Multiple Rapid Swallows (MRS): el paciente traga cinco veces seguidas en dos segundos. En un esófago sano, el cuerpo deja de contraerse y el LES se relaja por completo. En la achalasia, esto no ocurre. La prueba es como un test de resistencia: si el esófago no responde, está dañado.
¿Por qué se confunde con reflujo?
Un estudio de la Clínica Mayo encontró que el 60% de los pacientes con achalasia fueron tratados durante años como si tuvieran reflujo. Les recetaron inhibidores de la bomba de protones (IBP), que reducen el ácido, pero no ayudan si el problema es que la comida no baja. El resultado: síntomas que empeoran, y un diagnóstico que se retrasa entre 2 y 5 años.
La disfagia por achalasia empieza con sólidos, pero con el tiempo también afecta a líquidos. Muchos pacientes recuerdan: “Antes podía comer carne, ahora ni el pan me va bien”. La regurgitación es otra pista clave: tragar comida que vuelve sin sabor ácido. Eso no es reflujo. Es comida que nunca llegó al estómago.
El dolor en el pecho también engaña. En trastornos espásticos, como el esófago espástico difuso, el dolor puede ser tan intenso que los pacientes van a urgencias pensando que tienen un infarto. El 45% de estos casos se diagnostican erróneamente como cardiopatía. Solo cuando se hace manometría se descubre la verdadera causa.
Diagnóstico: ¿qué viene primero?
La guía de la American College of Gastroenterology es clara: si tienes disfagia, lo primero es una endoscopia. Buscan pólipos, tumores, estenosis, o esofagitis. Si todo parece normal, entonces viene la manometría. No se salta este paso. La manometría no es un examen de rutina. Es una herramienta especializada que solo se hace en centros con experiencia.
El equipo cuesta entre 50.000 y 75.000 dólares. Por eso, en hospitales comunitarios o en países de bajos ingresos, el acceso es limitado. En Europa y Norteamérica, el 95% de los centros académicos lo tienen. En hospitales de zona rural, apenas el 10%. Esto significa que muchos pacientes nunca llegan a un diagnóstico correcto.
La formación para interpretar estos estudios requiere 6 a 12 meses de entrenamiento adicional después de la especialidad en gastroenterología. Muchos médicos no lo han hecho. Por eso, la tasa de errores sigue siendo alta. Pero con el Chicago Classification v4.0 y cursos online como los de la Esophageal Disorders Society, la calidad está mejorando. En 2023, más de 1.200 médicos completaron su curso de interpretación.
Tratamientos: de la cirugía a los nuevos métodos
La achalasia no se cura con pastillas. Se trata con procedimientos que abren el esfínter. El más antiguo es la dilatación neumática: inflan un globo en el esfínter para romperlo. Funciona en el 70-80% de los casos, pero el 30% necesita repetirlo en cinco años.
La cirugía, la miotomía de Heller, es más duradera. Se hace por laparoscopia, se cortan las fibras del esfínter, y se hace una funduplicatura parcial para evitar reflujo. El 85-90% de los pacientes mejoran a los cinco años.
El método más nuevo es la miotomía endoscópica peroral (POEM). Se introduce un endoscopio por la boca, se hace un corte en la mucosa, y se separa el músculo desde dentro. Es menos invasivo, pero tiene un riesgo mayor de reflujo: el 44% de los pacientes desarrollan esofagitis por reflujo a los dos años, frente al 29% con la cirugía tradicional.
Para casos selectos, se usa el dispositivo LINX, un anillo de imanes que se coloca alrededor del esfínter. Permite que la comida pase, pero evita que el ácido suba. Funciona bien si aún hay algo de peristalsis. Y ahora hay cápsulas sin cable, como la SmartPill, que miden la motilidad durante 48 horas. No reemplazan la manometría, pero son útiles cuando el paciente no puede tolerar el tubo.
Lo que los pacientes dicen
En foros como Reddit o HealthUnlocked, los testimonios son contundentes. “Después de mi POEM, pude comer pan por primera vez en 7 años.” “Me dieron IBP durante 8 años. Mi manometría reveló esófago martillo.”
El 68% de los pacientes esperan entre 2 y 5 años para un diagnóstico. El 42% vieron a tres o más médicos. La frustración es enorme. Pero cuando llegan al diagnóstico correcto, la calidad de vida mejora drásticamente. El 78% de los pacientes que entienden bien la manometría antes del examen reportan satisfacción. Si no les explican lo que va a pasar, esa cifra cae al 45%.
¿Qué hay de nuevo?
En 2023, el Chicago Classification v4.0 introdujo una nueva categoría: trastornos mayores y menores. No todo lo que se ve en la manometría necesita tratamiento. Algunas contracciones extrañas son variantes normales. Diagnosticarlas como enfermedad puede llevar a intervenciones innecesarias. Como dijo el Dr. C. Prakash Gyawali: “Tenemos que ser cuidadosos con el sobre-diagnóstico”.
La inteligencia artificial ya está ayudando. Estudios recientes muestran que algoritmos pueden identificar achalasia con un 92% de precisión, superando a médicos sin entrenamiento en Chicago Classification. En los próximos años, estas herramientas podrían llegar a hospitales pequeños, donde no hay expertos.
El mercado global de equipos para motilidad esofágica crecerá un 7,5% anual hasta 2028. La conciencia está subiendo. Pero el acceso sigue siendo desigual. En Zaragoza, en Madrid, en Barcelona, el diagnóstico es posible. En pueblos pequeños, no. Eso sigue siendo el mayor obstáculo.
¿Qué debes hacer si sospechas que lo tienes?
Si tienes disfagia persistente, especialmente si empeora con el tiempo, y los medicamentos para el reflujo no te ayudan, pide una endoscopia. Si no se encuentra nada, insiste en una manometría de alta resolución. No aceptes que sea “solo estrés” o “problemas para tragar por edad”.
Busca un centro con experiencia en motilidad gastrointestinal. Pregunta si usan el Chicago Classification v4.0. Pregunta si tienen un especialista en motilidad. No te conformes con un diagnóstico de reflujo si los síntomas no encajan.
La manometría no es cómoda. Dura 20 minutos. Te puede doler la garganta. Pero no es peligrosa. Y puede cambiar tu vida. Porque cuando el esófago funciona, no solo comes. Vuelves a disfrutar de la comida. Y eso, después de años de sufrimiento, es todo.
¿La disfagia siempre significa un trastorno de la motilidad esofágica?
No. La disfagia puede tener muchas causas: tumores, estenosis, esofagitis por reflujo, o incluso problemas neurológicos. Pero si la endoscopia no muestra obstrucción ni inflamación, y los medicamentos para el reflujo no ayudan, entonces un trastorno de la motilidad es una posibilidad real. La manometría es el paso siguiente para confirmarlo.
¿La manometría de alta resolución duele mucho?
No es dolorosa, pero sí incómoda. Se introduce un tubo por la nariz hasta el esófago. Puede provocar náuseas, tos o sensación de ahogo durante unos minutos. El 35% de los pacientes reportan incomodidad moderada. No se usa anestesia, pero el médico puede dar un spray anestésico en la garganta. La molestia desaparece enseguida después de terminar.
¿Puedo tener un trastorno de la motilidad sin tener síntomas?
Es raro, pero posible. Algunas alteraciones menores en la manometría no causan síntomas y se consideran variantes normales. El Chicago Classification v4.0 distingue claramente entre trastornos mayores (que requieren tratamiento) y menores (que no). No se trata de encontrar “algo raro”, sino de identificar lo que realmente afecta tu salud.
¿La achalasia se puede curar?
No se cura, pero se controla muy bien. Con miotomía de Heller, POEM o dilatación, el 80-90% de los pacientes logran una vida normal. Pueden comer casi cualquier cosa. El problema es que el esófago nunca recupera su función original. Por eso, se necesita seguimiento a largo plazo, especialmente para detectar reflujo o complicaciones.
¿Por qué no se hace la manometría en todos los hospitales?
Porque es costosa y requiere personal especializado. El equipo cuesta más de 50.000 euros, y se necesita un médico entrenado para interpretar los resultados. Muchos hospitales no tienen el volumen de pacientes para justificar la inversión. Por eso, los pacientes suelen derivarse a centros especializados. En España, solo los grandes hospitales universitarios y algunos centros privados lo ofrecen de forma regular.
sociedad cultural renovacion
diciembre 4, 2025 AT 16:03Yo tuve disfagia por años y me dijeron que era estrés. Hasta que un día, tras un endoscopia normal, insistí en la manometría. Resultó que era Tipo II de achalasia. No es cosa de tragar mal, es que tu esófago dejó de funcionar como un músculo y se volvió un tubo muerto. La manometría es el único que te dice la verdad.